DE AQUÍ Y DE ALLÁ
MIGRACIÓN Y DESARROLLO LOCAL

Eduardo Meza Ramos
Lourdes C Pacheco Ladrón de Guevara

MUJERES DE LA MIGRACIÓN, MUJERES DE LA ESPERA

Lourdes Consuelo Pacheco Ladrón de Guevara

Introducción

El trabajo se realizó en la localidad de Presidio de los Reyes, del municipio de Ruiz, Nayarit, debido a que el grupo de trabajo tiene relación con dicha población desde el año de 2004. Presidio de los Reyes es una localidad de la región cora baja, por lo que su ubicación a la entrada de la Sierra Madre Occidental, la ubica en una excelente posición para conocer la dinámica de migración de la población indígena. Además de lo anterior, la comunidad lleva a cabo las festividades relacionadas con su costumbre, lo cual es una fuente inapreciable de información relacionada con la migración y la cultura.

La investigación tiene carácter cualitativo por lo que se priorizó la participación en la comunidad a través de observación directa y la realización de entrevistas a mujeres vinculadas a migrantes. Generalmente, las entrevistas se llevaron a cabo en el domicilio de la mujer indígena, conversación que era alternada con la realización del trabajo doméstico y la atención a los que llegaban a preguntar o solicitar algo. Las entrevistas fueron realizadas a madres, esposas, amantes, hijas y hermanas de emigrantes. También se realizaron entrevistas a varones migrantes y no migrantes.

En el aspecto teórico se retoma la propuesta de habitus y campo para explicar la migración dentro de las relaciones de género de la población indígena como uno de los mecanismos que refuerzan la dominación masculina en general y la violencia física, social y simbólica en particular. Las migraciones Actualmente las características de las migraciones presentan rasgos novedosos derivados de la complejidad del mundo. Aunque las migraciones han existido durante largo tiempo, la migración de personas en cuanto fuerza de trabajo le ha dado un carácter especial a los movimientos de población contemporáneos.

La mundialización, defi nida como la posibilidad de la ampliación, profundización y aceleración de la interconexión mundial en todos los aspectos de la vida contemporánea (Castles, Stephen, 2000) ha intensifi cado los dos tipos de migraciones que se conocen: a) la interna y la b) internacional, estableciendo nuevos nexos entre ambas. La migración internacional se acentuó después de la Segunda Guerra Mundial vinculada al patrón de riqueza/pobreza de los países en una clara redistribución de los trabajadores en el mundo siguiendo la ruta de los países ricos.

La migración está lejos de ser un fenómeno tan sólo económico por lo que genera diversos tipos de consecuencias: por ejemplo, la relación en que se encuentran los migrantes en relación con el país de origen; la relación en que se encuentran en relación con el país de llegada; los derechos que les asisten en uno y otro lugar; los controles que deben establecerse en torno al fl ujo de la mano de obra; la interacción cultural entre los migrantes; las comunidades de llegada y los lugares de salida.

Ello a su vez, ha aumentado la complejidad de la migración ya que los países deben establecer lineamientos en torno a la admisión de nuevos migrantes, las condiciones en que se hace frente a su ingreso y perma nencia y las consecuencias que se derivan para la interculturización de la sociedad. Estos son algunos de los aspectos derivados de la migración laboral, ya que las temáticas podrían ampliarse al campo de la interacción de símbolos, el intercambio de culturas, la exposición a nuevos retos de salud, etc.

La migración internacional de trabajadores tiene una dirección países pobres-países ricos, ello refi ere el fracaso de las políticas locales para incentivar el desarrollo, establecer nuevas posibilidades de arraigo de la población y reales condiciones para utilizar la fuerza de trabajo en el país de origen. Ello aunado a las grandes asimetrías existentes regionalmente, la falta de políticas de interacción y la carencia de visiones donde la población sea el eje, provocan una intensifi cación de las migraciones en las décadas recientes. A ello debe agregarse la presión demográfi ca derivada de los periodos de alto crecimiento poblacional.

De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se registraron 191 millones de migrantes en 2005. Europa albergó al 34% de todos los migrantes; America del Norte al 23 % y Asia al 28%. Del total de la migración, seis de cada diez migrantes internacionales (112 millones de personas) se dirigen a países de altos ingresos (ONU, 2006) de ahí la reiteración de que se trata de migraciones de la pobreza al espejismo de la riqueza. La migración se ha consolidado como uno de los mecanismos de reproducción de la mano de obra a nivel internacional. La ONU considera (División de Población del Departamento de Asuntos Econonómicos y Sociales) que la migración internacional a nivel mundial ha tenido un incremento sustantivo de 100 millones de personas ya que en 1975 la cifra de migrantes fue de 75 millones, en tanto que en 2000 la cifra fue de 175 millones. En este mecanismo los países de origen de la migración llevan la peor parte puesto que forman a la fuerza de trabajo, pagan el costo de producción de la mano de obra, invierten en infraestructura educativa y de salud, principalmente, y no son capaces de aprovechar la capacidad de generación de riqueza de los trabajadores.

Aún más, las zonas de origen de la migración se convierten en los reservorios mundiales de la mano de obra toda vez que actúan como lugares donde la fuerza de trabajo puede retornar en los periodos en que carece de empleo. De ahí que los lugares de origen contienen la presión hacia el empleo que ocasionaría el desempleo de los migrantes si éstos se quedaran en los países ricos. Los lugares de origen, son claramente, zonas perdedoras, toda vez que lo único que reciben económicamente hablando son las remesas enviadas por los migrantes. Las reservas, en amplias zonas de México se utilizan para conservar las mismas condiciones de pobreza que hacen necesaria la migración.

En cambio, los países de llegada de los migrantes son, claramente, zonas ganadoras. No invierten en la formación de la fuerza de trabajo, los costos de educación y salud son absorbidos por las zonas de origen y tampoco invierten en infraestructura social para el mantenimiento de esa población. La condición de ilegalidad es una de las maneras de anular los derechos de los migrantes ya que se penaliza la forma de ingreso al país sin que se discuta la necesidad económica de esa fuerza de trabajo.

E incluso, sin que se ponga en duda la necesidad de las economías desarrolladas respecto de ese tipo de migrantes. Los migrantes laborales acuden al país de destino a construir una riqueza que de otra manera no sería posible. Sin embargo, esa necesariedad de la mano de obra migrante es invisibilizada por los países de llegada toda vez que la migración internacional adquiriría otro estatus. Una de las fragilidades del sistema económico mundial se deriva de la propia fragilidad de los migrantes quienes, en sí, portan la imagen del mundo globalizado.

México como país de origen

México como país de origen ha perdido con la migración ya que ha dejado de aprovechar el potencial de desarrollo de los que se fueron. La migración internacional de México es algo prácticamente inevitable, consustancial a la vecindad con los Estados Unidos y derivado de condiciones históricas que la explican. Los Estados Unidos han contado con las migraciones de prácticamente todos los países del mundo, pero ha contado con la migración masiva de los mexicanos. La fase de «enganche» (1900 – 1920) arrancó con el régimen porfi riano y tuvo como eje el sistema de contratación privado y semiforzado de mano de obra.

Posteriormente, las consecuencias de la Revolución Mexicana provocaron un buen número de «refugiados» y fi nalmente, el ingreso de Estados Unidos a la segunda Guerra Mundial provocó una demanda de mano de obra barata que fue reclutada a través del Programa Bracero (1942-1964) (Durand y Massey, 2003). Después de esa tercera fase, se reconoce la fase actual caracterizada por la migración indocumentada. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, la admisión y deportación de trabajadores mexicanos siguió los ciclos de la economía estadounidense a partir de la estigmatización de los migrantes como delincuentes al carecer de documentos migratorios. Las deportaciones y los retornos masivos e individuales se han convertido en la cotidianidad de las migraciones, en esta etapa. Todo ello se asentó dentro de una historia previa de continuidad territorial derivado de la propiedad inicial de México de un vasto territorio de la actual geografía norteamericana.

Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, la admisión y deportación de trabajadores mexicanos siguió los ciclos de la economía estadounidense. Las deportaciones y los retornos masivos e individuales se han convertido en la cotidianidad de las migraciones. No se sabe, a ciencia cierta, el número de migrantes mexicanos hacia Estados Unidos, sólo se sabe que se trata de una migración masiva, incrementada en diversos periodos y que ha dado por resultado una migración sui géneris: una migración unidireccional, proveniente de un mismo lugar de partida y dirigida a un solo lugar de llegada. El retorno y el envío de remesas es parte concomitante de esas características. Es claro que la vecindad de México con los Estados Unidos, además de las relaciones históricamente dadas entre ambos países, ha provocado el perfi l de México como país de migrantes. Características de la migración mexicana La migración hacia Estados Unidos está presente en todo el territorio nacional. De los 2350 municipios existentes en el país, se registra 46 De aquí, de allá. Migración y desarrollo local migración en el 96% de ellos, si se observan las cifras del envío de remesas. Sólo se registran 93 municipios sin ningún contacto con la migración hacia los Estados Unidos (3.8% del total), de acuerdo con los índices de intensidad migratoria del Consejo Nacional de Población (CONAPO).

Para el 2000 (INEGI, 2000) la migración a Estados Unidos fue de 1,569,157 siendo mayoritariamente masculina (1,181,755 varones) . Las entidades de mayor migración de varones fueron Guanajuato (136,750), Michoacán (128,034) y Jalisco (122, 747). En cuanto a la migración femenina a Estados Unidos (387,402 total), correspondieron a Jalisco 48,046, a Michoacán 37,468 y a Guanajuato, 26,588. Las entidades con menor migración a Estados Unidos de América son Quintana Roo, Baja California Sur, Campeche y Tabasco. Nayarit ha sido considerado dentro de la región tradicional de la migración conformada por los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Durango, San Luis Potosi, Nayarit y Colima.

Migración y teoría cultural

La migración es un mecanismo social que reproduce y amplía las relaciones asimétricas de género. Para Durand (1994) el «verdadero impacto de la migración» en México consiste en que la población de una gran cantidad de localidades rurales y urbanas han aprendido a integrar el fenómeno a su manera de sobrevivir y han incorporado nuevos valores aprendidos durante la migración, a su vida cotidiana. Se denomina «cultura de la migración» porque forma parte del repertorio cultural de una amplia región del país. La «cultura migratoria» es un sistema integrado de «normas, valores y sanciones que regulan la actividad migratoria» y que ha sido producto del perfeccionamiento de los «mecanismos de socialización que permiten a los nuevos migrantes integrarse al fl ujo con facilidad y manejarse en sus circuitos transnacionales» (Durand, 1994) Diversos autores han señalado los cambios que se han generado dentro de los sistemas de normas, sanciones y valores. Sin embargo, las relaciones de género si bien se ven trastocadas, tienden a fortalecerse con la migración.

A través del concepto de habitus es posible acercarse a la construcción del fenómeno de la migración, en la cual se integre la perspectiva social y la individual. Para ello, se busca entender el proceso de «naturalización » de la migración, la forma como los sujetos se han apropiado de un fenómeno social, histórico y económico hasta el punto de asumirlo como construcción propia, es más, como decisión individual. En el campo de las relaciones de género, el concepto habitus, nos ayuda a entender la forma en que los hombres y las mujeres actúan en la migración, desde una subjetividad socializada y determinada históricamente. De ahí que el concepto nos acerque a explicar la forma en que las migrantes se relacionan con el mundo a través de la migración, cómo se explican a sí mismas y a las relaciones que construyen con los otros y otras de la migración o de la espera.

El habitus es una subjetividad colectivizada por lo que está determinado social e históricamente. En el primero, el sentido del proceso de socialización o sea la internacionalización de las estructuras sociales, ocurre como un acontecimiento individual y colectivo. En el segundo, en el sentido en que esas estructuras han sido creadas por generaciones anteriores. Como dice Bordieu: «de un lado reproduce los condicionamientos sociales, pero al mismo tiempo constituye un productor de prácticas sociales, una gramática generadora de prácticas». (Bordieu,1997: 20). Los individuos adoptan una serie de prácticas que aparecen a sus ojos como «naturales» pero que, sin embargo, han tenido que ser aprendidas dentro de un contexto determinado. Es más, los individuos individualizan sus acciones en un proceso del cual surgen como sujetos, actores sociales en donde las competencias que despliegan son aquellas necesarias para desenvolverse con la habilidad requerida para esas relaciones. Las prácticas sociales aparecen como espontáneamente adaptadas al medio, casi como acciones espontáneas e irrefl exivas, sin embargo, han sido objeto de una interiorización, y aparecen como el resultado de las condiciones objetivas y subjetivas de acuerdo a la posición social ocupada en cada caso.

Los migrantes se convierten en dispositivos disparadores de la propia migración ya que su narrativa individual es parte de la narrativa colectiva de la migración en donde otros migrantes se refl ejarán. Al regresar a sus lugares de origen compartirán las aventuras, los avatares de la llegada, las circunstancias de la contratación, la forma de pasar el tiempo libre, de tal manera que la migración futura estará mediada por el discurso de los migrantes que regresan, que escriben, que hablan a través de la telefonía rural o digital y escriben correos electrónicos a sus paisanos. «Lo que más se me hizo difícil al cruzar, fue el agua, me llevé un garrafón, me llevé cuatro. Tengo veinticinco años y ya me he ido dos veces. Duré caminando en el desierto tres días para llegar a Estados Unidos.

Llegué a un pueblito llamado Eloy de allá. Está lejos pero llegué. Nos fuimos catorce de aquí del pueblo, allá ya tienes un contratista ya tienes quien te lleva, el trabajo» (Modesta Lamas, 2008). Las mujeres y la migración Los estudios de las mujeres en la migración datan de épocas recientes ya que la mirada sobre las mujeres se centraba en su papel de compañeras del migrante. En esta concepción, las mujeres no eran las sujetas activas de la migración sino que migraban en función del migrante varón, protagonista de esa aventura.

La migración masculina priorizó la mirada de investigación, pero recientemente se ha puesto el acento en las mujeres que quedan en el lugar de origen. En el contexto de la migración internacional masculina, las mujeres ven trastocado el lugar que tradicionalmente les correspondía, el espacio privado, ya que ante la ausencia de los varones se ven compelidas a salir del ámbito de lo privado al ámbito de lo público. Ellas se enfrentan a la necesidad de suplir al esposo en los lugares que él ocupaba en la comunidad y por ello, se ven inmersas en nuevos procesos de organización y participación. El nuevo lugar que adquieren las mujeres implica nuevas formas de involucramiento y toma de decisiones en los lugares de origen, lo cual se convierte en la forma de acceso al espacio público que les era vedado. La ausencia de los varones lleva a las mujeres a reconfi gurar de diferente manera los diversos ámbitos de la vida cotidiana ya que al participar en las actividades cotidianas se involucran en las tareas de la organización en torno a asambleas y resolución de problemas del ámbito público, modifi can el lugar al interior de la familia, adquieren seguridad, aumenta la sociabilidad local y tienen posibilidades, incluso, de modifi car su propia identidad. Ello se acentúa si las mujeres construyen liderazgos comunitarios y se convierten en protagonistas sociales. En estos casos, las mujeres tienen posibilidades de refl exionar sobre el lugar social asignado y, en ocasiones, tomar decisiones en torno a ello. En síntesis, es posible pensar en consecuencias importantes de la dinámica familiar derivadas del papel asumido por las mujeres en el contexto de la migración varonil.

Migración y familia

Bourdieu toma el concepto campo de la física para establecer espacios homogéneos dentro de los cuales se generan interacciones. El campo refi ere, al mismo tiempo, a un espacio de posiciones y a un conjunto de trayectorias. La familia es tomada en el presente caso, como un campo particular puesto que los individuos se sitúan en relaciones de parentesco a través de relaciones compartido y a partir de ellas, se esperan y siguen determinadas trayectorias. Estas sin embargo, a pesar de que son «trazadas» por el conjunto de la familia, tienen un margen de libertad a partir de la cual se modifi can en el transcurso de la vida, conservando, no obstante, la vinculación con el origen. Cuando la familia entra a la migración, los sentidos que ello adquiere diferenciados por género no son los mismos. Para los varones, la migración es parte de las hazañas que deberán realizar en torno al afi anzamiento de su masculinidad, ya sea porque le permita seguir siendo un hombre proveedor o porque refuerce la virilidad, de ahí que esté fuertemente vinculado a la representación de lo que signifi ca ser joven varón en un contexto determinado. Para las mujeres, en cambio, la migración es parte del sacrifi cio, de la espera con la que la mujer habrá de singularizarse.

Este sacrifi cio tiene que ver con vivir dentro de relaciones familiares impuestas en una familia que no es la propia, (casi siempre la casa de los padres del esposo) y pasar las pruebas de espera impuestas por la migración.

La espera puede referirse al padre, al esposo o los hijos. En cualquier caso, es dentro del contexto de la familia como los discursos de la migración encontrarán un sentido y aún más: serán producidos como discursos pertenecientes a cada miembro de la familia. El análisis detallado permite ver que cada miembro de la familia asume su propia trayectoria como formada por las decisiones tomadas por ellos en cada caso, es decir, surgen como productos individuales, producto de decisiones individuales y por tanto, naturalizadas. Sin embargo, esas decisiones deben verse como el producto de condiciones objetivas y subjetivas. Desde este punto de vista, el discurso familiar es un discurso institucional que dispone de los medios necesarios para crear sus propias condiciones.

La violencia simbólica es todo poder que logra generar signifi caciones e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza (Bourdieu, 2001:20) De acuerdo a este autor, el orden social sólo se puede mantener a partir de la anuencia de los dominados ya que se otorga al dominante la posibilidad de ejercer esa dominación, se cede una parte de la autonomía.

La violencia simbólica se naturaliza porque tanto los dominantes como los dominados disponen del mismo dispositivo cultural para pensarse o mejor dicho, el uno no puede pensarse sin el otro en esas relaciones específi cas asimétricas que se presentan como naturales pero que son el resultado de la incorporación de las clasifi caciones, discriminaciones y marginaciones (Bourdieu, 1999: 225). La familia reproduce la violencia simbólica al transmitir las competencias de la migración, al propiciar a sus miembros los aprendizajes necesarios para migrar.

Bordieu y Passeron (2001) se refi eren a la acción pedagógica de la violencia simbólica dentro de las relaciones de comunicación de la familia, en la reproducción de las condiciones sociales de la migración como imposición y en la inculcación de valores positivos asociados con la migración. Aún más, la violencia simbólica abarca aún a los que no migran, ya que ellos también están expresados en el mismo dispositivo cultural de la migración. En el caso de los que no migran, se expresan como carencia: los que no han migrado.

Es claro que la violencia simbólica es uno de los mecanismos que fortalece las diferencias entre los géneros, debido a la forma desigual de participar en la migración: para los hombres es una hazaña, herederos de los héroes mitológicos donde las heroicidades se obtenían en la búsqueda de aventura. Para las mujeres de la espera, es un sacrifi cio, de ahí que la diferencia de discursos opere como violencia simbólica en ambos casos, pero de manera más desigual, en el caso de las mujeres. En la construcción y propagación de esos discursos participan tanto los hombres como las mujeres, puesto que la interiorización de los discursos los hace asumirlos de manera natural, las resistencias ante el discurso, son pocas.

La naturalización de los géneros (previa a la migración) se extiende hacia la naturalización de los géneros en la migración porque las diferencias son parte del discurso cultural identitario de las mujeres. La justifi cación de la dominación masculina es uno de los ejes explicativos de la naturalización de la diferencia. La violencia simbólica en que se encuentran atrapadas las mujeres de la migración tiene que ver con el dispositivo cultural aprendido e interiorizado. La mujer del migrante se convierte en el centro de la focalización de la comunidad. La joven esposa es dejada dentro de la familia del esposo por lo que la familia del esposo se convierte en vigilante y cuidadora de la joven esposa. Además, la comunidad entera participa de esta vigilancia.

Decían que no era hijo de mi hijo porque se había ido y a ésta no se le veía la panza, pero no les hice caso porque cuando nació tenía su misma cara. Ya después él vino y dijo que sí era suyo (Flores, 2007).

La mujer del emigrante carece de decisiones sobre sí misma. La familia del esposo se convierte en la estructura mediadora de sus propias decisiones, ya sea que se trata de decisiones relacionadas con el uso de las remesas, el destino de los hijos o el cuerpo. De esta manera la mujer está sujeta a las decisiones del varón, la escasa autonomía que logra al fundar una familia de destino, la pierde al ver migrar al esposo. Puede ser que la joven esposa logre un ámbito de autonomía cuando es capaz de vincularse con otras mujeres que se encuentran en su misma situación de esposas de migrantes o cuando es posible crear alianzas con las mujeres de la familia. Ello ocurre 52 De aquí, de allá. Migración y desarrollo local en los casos en que migran el suegro y el esposo de una mujer. En los primeros días, las esposas adquieren el papel de vigilantes una de la otra, también de transmisoras de las órdenes dadas por ambos esposos, órdenes dadas desde la distancia, ya sea por cartas o por teléfono. Sin embargo, la vida diaria las hace tener vinculaciones entre las mujeres de tal manera de condensar acuerdos para cumplir las órdenes de los migrantes. Con estos acuerdos ellas se procuran una vida más llevadera y se enfrentan a la mediación impuesta por la dominación masculina. «Esta y yo, mi nuera pues, le decimos lo que necesitamos. A veces le hablan a ella, en veces a mí, a mí ya casi no. Pero nos ponemos de acuerdo para decirle lo que necesitan los niños para la escuela o si a la casa se le cayó la lámina. También le contamos cuando la autoridad nos pide cooperación, de la escuela las más veces porque así saben que no tenemos maseca o algo» (Modesta Lamas, 2008).

Las mujeres de la migración, en ocasiones, adquieren conciencia de la triangulación de los esposos en las relaciones entre ellas y dan pasos que las acercan en la construcción de nuevas alianzas que les permiten hacer un frente ante los esposos migrantes. El orden simbólico, sin embargo, actúa sobre el cuerpo y la mente de ellas ya que parte de estructuras que a su vez estructuran comportamientos, estructuras que deben su consistencia al hecho de que son coherentes, sistemáticas, aparentan ajustarse a las estructuras objetivas del mundo social y por lo tanto, las mujeres carecen de resquicios por donde atisbar un nuevo mundo de relaciones sociales. Son mujeres de la práctica las que resisten la violencia simbólica y las que, en ausencia de los maridos migrantes, se atreven a tener comportamientos que las alejan del canon establecido por la violencia simbólica.

La relación comunicación con los migrantes

La relación amorosa se convierte en una relación comunicante dentro de un imaginario amoroso femenino que actúa tanto para la propia protagonista como para las y los demás que forman la comunidad. De esta manera, el discurso femenino de las mujeres de la espera se construye a partir de la relación-comunicación con el varón migrante: sus mensajes, correos y saludos.

El migrante, es además, el que le da la identidad a la mujer migrante. Ella tiene tal calidad por la relación con él: puede conseguir crédito de la tienda, dinero en préstamo, adelanto de mercancías o dinero en virtud de que el migrante sigue relacionándose con ella. Por eso es importante mantener una comunicación estrecha con los migrantes: es el símbolo de ser sujeta de dinero y de crédito tanto dinerario como social. La mujer del migrante puede perder esa condición si las comunicaciones con el migrante se espacian y, desde luego, si concluyen.

De ahí que la relación se convierte en una comunicación. Actualmente, en la localidad de Presidio de los Reyes la comunicación se da a través del correo postal, la telefonía rural, la telefonía celular y el internet. De ellas, la más socorrida es la telefonía rural ya que el correo postal es cada vez un medio utilizado en menor escala. La carta se considera un documento más íntimo, ya que el migrante tiene ocasión de explayarse en sus sentimientos hacia la mujer de la espera. La telefonía rural es el medio principal y se ha convertido en un medio público no tanto en el sentido de que todos lo pueden utilizar sino en el sentido de que el uso de la telefonía rural se convierte en un acontecimiento conocido por todos.

Es así como se colectiviza la llamada rural. Es más, en la comunidad es prácticamente imposible no darse cuenta de las llamadas, conocer la destinataria de la llamada y el emisor ya que se utiliza un altavoz para avisarle a la destinataria, que debe acudir al local porque le llamarán en unos pocos minutos. Esto es así porque la persona a quien se desea llamar no se encuentra en el local donde se encuentra el teléfono. Generalmente ocurren dos llamadas. En la primera se pide a la telefonista «mandar llamar» a alguien. La segunda llamada ocurre quince o veinte minutos después a fi n de dar tiempo a que la persona llamada acuda al local de la telefonía. «Cuando empieza a hablar el altavoz todas nos estamos calladas.

Porque pensamos que es a mí a las que nos habla. Si yo oigo mi nombre primero me fi jo en la cara de mi hijo o de quien está cerquita porque una vez agarré la carrera y no era para mí. Estaba confundida porque no oí bien, pero todas se rieron mucho de mí. Así que ahora primero me fi jo en la cara de alguien. Ya luego, empiezo a correr» (Reyes, 2007).

Este procedimiento convierte en público un acto privado o al menos, un acto familiar. El uso de las cabinas telefónicas no aísla a la persona sino que la ubica en un escaparate para realizar la llamada. En ese momento, las mujeres ponen a los hombres al corriente de las novedades de la familia y transmiten los mensajes del resto de miembros de la familia. La persona llamada adquiere poder ante la propia familia y ante la comunidad porque es la que transmite y descodifi ca los mensajes.

La telefonía rural y la telefonía digital han tenido más éxito que el correo por una razón muy sencilla: por el analfabetismo de la población. Si la escritura no es evento cultural al alcance de la población en su vida normal es poco probable que lo sea en las circunstancias de la migración. Además, el correo no permite una relación directa «en tiempo real», sino que en todo caso, permitiría una comunicación más subjetivizada, en el sentido de ser capaz de transmitir el estado de ánimo en un momento determinado. A ello debe agregarse el hecho de que en la comunidad de estudio se trata de población cora cuyo acceso al idioma español escrito es insufi ciente.

No obstante ello, el correo postal es todavía utilizado en la comunidad, sobre todo, de parte de las personas que quedan en el lugar de la migración y que por esta vía esperan noticias de sus familiares. El menor origen de llamadas en el poblado se debe a que resulta más caro entablar una llamada desde el país de origen (México) que desde los Estados Unidos, debido a los altos costos de la telefonía mexicana.

Además, la telefonía rural no está al alcance las 24 horas de los 365 días del año, de ahí que los migrantes tengan que circunscribirse a entablar llamadas los días festivos de los Estados Unidos, o como ocurre, los domingos.

Conclusiones

De acuerdo a las categorías de Bordieu migrar es un acto de violencia simbólica puesto que los actores de la migración encuentran su explicación dentro del mismo dispositivo cultural que les asigna lugares diferenciados. Es, a su vez, reproducido por los propios miembros de la familia en un proceso de producción producente. La migración ha adquirido un estatus cultural dentro de los habitantes de Presidio de los Reyes en el esquema de la dominacion masculina étnica donde migrar se convierte en parte de los ritos de masculinidad. Ellos dominan aquí y allá a mujeres que se apropian del discurso de la migración desde los lugares subordinados asignados por la tradición y la costumbre.

La familia se convierte en el núcleo de la reproducción de la cultura migratoria, en donde los roles de género se encuentran engarzados a la costumbre, la tradición y los tiempos comunitarios. En ellos, la migración actúa como un potencializador de las diferencias de género. El discurso de la migración mitifi ca la hazaña migratoria y logra, a través de las narrativas, otorgarle un mayor prestigio a los que migran. Aunque las mujeres encuentran en la migración un resquicio desde el cual cuestionar la migración, en la práctica, este resquicio se ve difuminado en manos de la familia patriarcal que lo administra. Sobre todo, a la llegada del migrante, la mujer pierde toda capacidad de anteponerse a las decisiones patriarcales. Por todo ello, la migración refuerza los estereotipos de género, amplía la dominación masculina y reduce a las mujeres a mujeres de la espera. en contraposición, ellas encuentran circunstancias de aliarse al interior de esa violencia simbólica pero no de transgredirla. De ahí que la familia se convierte en el centro de la reproducción de la cultura de la migración, mantenedora de las narrativas migratorias en las que cada actor encuentra el sentido de sus acciones.

Referencias bibliográfi cas

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Durán, Jorge (1993) «Los migradólares», Argumentos, núm.5, UAM-X.

Durand Jorge y Massey Douglas (2005) Clandestinos. Migración E.U.-México en los albores del Siglo XXI, Universidad Autónoma de Zacatecas, México.

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Entrevistas

Flores, Teófi la (2007) Madre de migrante, Presidio de los Reyes, marzo.

Lamas, Bernardo (2008) Migrante, Presidio de los Reyes, julio.

Lamas, Modesta (2007) Esposa de migrante, Presidio de los Reyes, marzo.

Reyes, Nilda (2007) Esposa de migrante, Presidio de los Reyes, marzo.

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